Hola

Mientras divago esperando el milagro de entender el nuevo formato de este espacio, he pensado en la condición del ser humano.
Es condición primera, que se desplace. De algún lado a cualquier lado y por sí mismo.
Segunda condición, que el desplazamiento sea en dos patas –dos piernas o dos pies, se sobreentiende–. Dos ruedas, cuatro ruedas, una sola… en lo que pueda, digamos, pero cambiar la estancia original por otra diferente.
El razonamiento, la tercera. El razonamiento, digo. Bueno, el razonamiento.
La moral, indispensable.
El buen humor: ¿alguna vez se escuchó la risa de la enredadera del vecino? Nunca. ¿Se ha reído alguna vez su perro, una taza de té, la piedra en la mano del artesano? ¿El manubrio de la bicicleta?
La belleza y el enorme acervo cultural que se ha prodigado por los siglos de los siglos.
Y la palabra. Oral o escrita, la palabra. Porque ella existe gracias a la aceptación del Otro, o sea uno afuera del Yo, básicamente un ser social. ¿Conocería un recién nacido el lenguaje humano si no hubiese un adulto a su lado que se lo transmitiera?
Insisto en esta indispensable condición de ser humano: la palabra.

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