Motivo y motivación

Con fecha de marzo de 1994, apareció en un matutino de la ciudad, un artículo sobre educación firmado por una personalidad del ambiente académico. No más leerlo, sentí la necesidad de acercar otra visión al problema que planteaba la investigadora, no tanto como respuesta, sino porque ya se entreveía el inevitable descenso del nivel educativo en nuestro país –y por qué no, sugerir una posible vía de solución al mismo.

Han pasado largos treinta años desde aquel entonces y como es costumbre, se piensa casi por defecto que el problema de la educación –tal como exponía la autora de aquel artículo–, pasa por un factor económico. Yo no digo que vivir sea gratis o tenga que serlo. Vivir cuesta. Educarse cuesta. Disfrutar cuesta. Todo, de la índole que sea, tiene un costo. Pero en materia de educación, además de la falta de recursos económicos, creo que se trata de una falta de motivación esencial.

Me preguntaba entonces y pregunto ahora:

  1. ¿Cuál es el motivo por el cuál un docente concurre a dar clase? Con las disculpas del caso ante las excepciones, la respuesta está más que a la vista: por el dinero que recibe.
  2. ¿Cuál es el motivo por el cuál un alumno va a clase? A ver… ah… no sé… capaz… porque está solo en casa… porque come en la escuela… porque hay que ‘pasar’ de año… para que no esté en la calle… ¿Por qué?

Las respuestas no contemplan la motivación, el impulso esencial por el cual se produciría este ‘encuentro’ entre docente y alumno en el aula.

Recuerdo el título de un libro de poemas ‘Todo encuentro es milagro’ de Julio Álvarez y pienso cuál será hoy en día, el milagro del encuentro entre alumno y docente o al menos, cual es la motivación de tal encuentro ya que, por el contrario, hoy la escolaridad en nuestro país ofrece el triste resultado de enseñar que el dinero es lo más importante y aprender que no sé… solo un tema… la que da la comida es buena… seis materias, qué le digo al pá, ahora… organizamos la salida del finde… total qué me importa…

Enseñar para la vida real y aprender los recursos para vivirla del mejor modo posible, sí importa. Mucho. Y eso es un buen motivo. Habrá que encontrar la buena motivación, entonces, para poder cumplir con el objetivo propuesto.

La ilustración es de Luis Di Donna, 2005.

Otras publicaciones